miércoles, diciembre 28, 2005

Su amada, el amante y su propia vida.

Pasos, mormullos, risas, vasos chocando en brindis, canciones que nadie escucha, ruidos de alegría que parecen no llegar a un rincón de aquel bar, donde un hombre llora su desgracia, ellos no parecen ver sus ojos perdidos, lejanos, como muertos. El hombre ahogado en pena mira a su alrededor, pero solo ve el vaso medio vacío, la botella llena de promesas de olvido, bebe de ella, buscando consolación, bocanada tras bocanadas su martirio parece agrandarse, su cabeza explota en miles de ideas macabras.
La botella vacía, el vaso medio lleno, el hombre duerme sobre la mesa, soñando con anteriores realidades, el nombre de su amada vocifera, sin saber de tiempo ni espacio, ese sueño se vuelve pesadilla, grita su nombre, pide que no lo deje, que no se vaya, que no le engañe, el le ha dado todo, una vida completa de sacrificios, por que ella le paga así.
Un hombre se acerca, golpecitos en la cabeza, pretendiendo despertar a aquel ebrio sumido en sueños de desengaños, pero el no vuelve en sí, no escucha a nadie, no siente nada, solo un nombre dice, lo toman de los brazos, sonríe como un niño, parece estar volando hacia la felicidad, es dejado en un pequeño callejón.
Agua de vida, agua de muerte, cae sobre su rostro la lluvia nocturna, como cachetada de madre desilusión, lo despierta de una vez, se levanta húmedo de borrachera, aun con los ojos desgarrados, hace parar un taxi.
A su casa llega el hombre ebrio, se supone de la ciudad se había ausentado, nadie esperaba verlo hoy, el taxi paga, baja del vehículo, se para frente al pórtico, sus manos levanta hacia su rostro desfigurado por la amargura y el alcohol, suspiros descontrolados salen de su pecho, lagrimas brotan sin cesar como si alguien se le hubiese muerto, entre sollozos va rodeando el jardín, hasta llegar al patio de atrás, se sienta bajo el ventanal que da a su dormitorio, de pronto su llanto aumenta, sus oídos tapa con fuerza, no es capas de escuchar los sonidos orgásmicos del pecado, de la traición, de la desilusión. Las peores de sus pesadillas parecían hacerse presente en el lugar, el hombre ebrio en llanto, cambia sus ojos de tristeza amarga, a una furia extrema, nunca jamás, hubiese el creído ser parte de la maquinación que se le atraviesa por su atormentada cabeza.
Dos Tiros salen de la casa del ebrio, no hubo gritos, ni quejas, se deja escuchar un tercer estallido penetrador que cruza por su sien, revienta sus ojos cansados de tanta amargura, hasta alcanzar su parietal izquierdo, terminando con gran cantidad de sangre que salpica en la ventana que da al patio trasero de su casa, su cuerpo lleno de muerte cae sobre la alfombra verde, un río rojo de furia forma un lago de miseria humana. Ese cuerpo, que yace en aquel suelo donde tantas veces la amo, carga ahora con tres muertes, su amada, el amante y su propia vida.

viernes, diciembre 09, 2005

"De Ley y Orden"

- ¡Otra noche más, en esta mierda de vida...- murmura en voz baja, mientras cae sobre ella el rocío nocturno, humedeciendo poco a poco su cabello rubio platinado, mira para todos lados, mientras sostiene un cigarrillo húmedo con el filtro manchado de lápiz labial, en el hombro lleva una pequeña cartera negra (en ella contiene su carné de identidad, la tarjeta de sanidad, una pequeña chauchera con unas cuantas monedas para movilizarse, una cajetilla de cigarros, seis condones, un espejo, el lápiz labia, rubor y un perfume, además en un bolsillo que a simple vista no se ve, guarda una pequeña cortaplumas para defenderse). Está oscuro y la helada noche se hace cada vez más presente, al pasar de los minutos pareciera calar los huesos, pero ella parece no importarle, camina de un lado para otro para tratar de darse calor, se detiene y saca de entre su corta chaqueta una petaca, bebe cortas bocanadas, pareciera ser algún tipo de licor.
-¡Hoy parece ser un día de esos...!– se dice, cuando a lo lejos se deja ver un vehículo que hace señales con los focos, no parece ser un vehículo normal, ¿es como una patrulla policial?, ¡si es una patrulla!, se acerca lentamente, con las luces apagadas.
- ¡Lo único que me faltaba, la noche mala y a estos huevones se lo voy a tener que chupar gratis, para que me dejen trabajar tranquila!– con una sonrisa de oreja a oreja hablando entre dientes, se acerca al móvil.
- ¡Buenas Noches Mi Cabo! – saluda cordialmente, mientras apoya su brazos entrecruzados en la ventanilla de la puerta, así deja ver con mas volumen el escote, haciendo que sus tetas húmedas brillen con la tenue luz de los faroles.
- ¿cómo va todo? – con voz firme y cortada, pregunta el uniformado que va al volante, mientras el compañero se le cae la baba mirando los senos de la mujer.
- Le presento al sargento Ramírez, el va ha estar a cargo desde ahora en adelante de esta zona, así que lo traje para que le de la bienvenida como se merece- mientras el sargento le da la mano, la mujer en estado de regresión, piensa en todos los tenientes, sargentos, cabos a cuales ha tenido que darles la bienvenida.
-Muy bien, ¿acá mismo o buscamos otro lugar?- dice la mujer esbozando una tímida sonrisa, sus ojos parecieran querer gritar otra cosa, pero ya son tantas veces, que su voz está resignada.
- ¡¿Como aquí?!, ¡no seas huevona!, en el lugar de siempre po,- el policía con los ojos en cólera. La patrulla se aleja y se pierde en la oscuridad de unos árboles, la Prostituta camina hacia un callejón, se queda en el sombrío lugar iluminado solo por la menguante luna, espera por el uniformado, mientras busca un condón.
Una vez en el callejón el uniformado un poco nervioso, le dice a la mujer que está listo, ella se pone en cuclillas, le baja el cierre, y saca el miembro, comienza acariciarlo, le masajea los testículos, pero el policía la mira y le dice - ya po, ¡PERRA! chúpalo de una vez-, la mujer introduce el condón y después el miembro en su boca, y comienza así con el sexo oral. Van un par de minutos pero el hombre está demasiado ansioso, le toma por la nuca con ambas manos, y comienza una estrepitosa ida y venida con la cabeza de la mujer, que desesperada trata de desminuir el vaivén brutal sujetándose con fuerza de los muslos del policía, pero es demasiado fuerte para ella, finalmente con el condón echo una miseria, el hombre acaba en la boca de la prostituta, y esta atorada por el semen, queda en el suelo haciendo arcadas, hasta el punto de vomitar.
- Gracias ¡perra!, por la bienvenida – le dice con una perversa sonrisa, y exhalando un suspiro se marcha hacia la patrulla.
La mujer exhausta yace en el suelo, derramando lagrimas, golpea la tierra con todas sus fuerzas, lanza un grito hacia el cielo, maldiciendo a todos los policías, venido y por venir.
Saca la petaca toma un trago, se limpia la boca, se para, y lanza un brindis a la luna – ¡Usted mamita, me comprende, usted sabe por quien lo hago!- todavía con los ojos llorosos, se arregla el pelo y su ropa, y se dirige al lugar donde estaba, para poder retomar su noche.
Estando ya en el lugar vuelve a beber de la esencia que guarda en aquella petaca, pareciera darle fuerzas, se seca las lagrimas, saca su espejo, se pinta los labios, saca otro cigarro, mientras que a lo lejos se ve un auto lujoso BMV que hace señas con los focos - ¡Esta es la mía! – se dice Sonriendo.